Actualidad Médica
Forenses desde Málaga en la DANA de Valencia
Todos tenemos aún en la memoria la catástrofe que supuso la Dana que azotó a varias localidades de la Comunidad valenciana, con más 200 muertos y miles de afectados. En cuanto surgieron las primeras peticiones de ayuda, forenses y técnicos de anatomía patológica de toda España ofrecieron sus servicios para colaborar con sus compañeros de Valencia.
Cuatro de ellos se desplazaron a la zona cero desde el Instituto de Medicina Legal de Málaga, dos forenses y dos técnicos. Hemos hablado con dos de ellos, Francisco Álvarez, jefe de servicio de clínica de dicho instituto, y con Conchi Hierrezuelo, técnico de anatomía patológica. Nos han contado sus vivencias en aquel desolador escenario y también nos han ayudado a conocer su muchas veces incomprendida profesión.





Dr. José Luis Jiménez Lorente
Dr. Álvarez, la población general suele pensar que los forenses solo trabajan con cadáveres. Pero tienen encomendadas muchas más funciones, ¿no es así?
Es verdad que somos unos grandes desconocidos para la población general. El 80% del trabajo de un forense consiste en realizar informes clínicos. Documentamos a jueces, fiscales y tribunales acerca de cualquier asunto médico: incapacidades, problemas socio laborales, invalideces, problemas mentales, etc, para que luego puedan aplicar la ley de forma correcta. Las autopsias en realidad solo suponen un diez o un quince por ciento de nuestro trabajo.
¿Hay subespecialidades dentro de la categoría de médico forense?
No realmente. Aunque hay compañeros que pueden trabajar casi exclusivamente en un área concreta, por ejemplo psiquiatría, todos hacemos un poco de todo. Aunque esto quizás pueda cambiar porque ya está en marcha la especialidad de Medicina Legal, con los primeros residentes ya formándose. Van a contar con un aprendizaje hospitalario durante dos años en las distintas áreas que interesan a la medicina forense (psiquiatría, ginecología, traumatología, etc.) y otros dos años con nosotros en el Instituto de Medicina Legal.
¿Ve interés en los futuros residentes en formarse en esta especialidad?
Yo diría que sí. Partimos de la base de que nuestro trabajo es muy específico y que reúne unos requisitos muy especiales. Y también es verdad que no solo somos grandes desconocidos para el público sino también para parte de nuestro propio colectivo médico. Aun así hemos comprobado que los que deciden realizar nuestra especialidad suelen llevarse más satisfacciones que desencantos.
La medicina al final es un todo, es contemplar al ser humano desde que nace hasta que se muere. La diversidad de aspectos que trata nuestra especialidad la pueden hacer muy sugerente para muchos compañeros que alberguen dudas sobre ella.
Concha, tú eres técnico de anatomía patológica, ¿En qué consiste tu trabajo dentro del Instituto de Medicina Legal?
Nosotras somos los ojos y las manos que van por delante del médico en una autopsia. Nos encargamos de la apertura del cadáver y de la evisceración, dando aviso al médico si encontramos algo significativo. Ponemos los órganos a su disposición para que ellos elijan la sección a analizar en el laboratorio. Nuestra experiencia es muy importante para facilitar la labor de equipo. También nos encargamos al final de cerrar y adecentar el cadáver.
¿Podéis contarnos como accedisteis a este trabajo tan singular?
CH. Recuerdo que un día sonó el teléfono desde el INEM y me dijeron “mira, hay un puesto para hacer autopsias”, Yo al principio pensaba que era una broma, pero me confirmaron que era cierto y que debía acudir al cementerio de Málaga. Allá que fui para descubrir primero que todos los trabajadores eran hombres, enterradores y todo el personal de limpieza. Llegaron a pensar que era una periodista infiltrada. Así empecé, con un bisturí y con muchas ganas. Y hasta ahora.
FA. Mi caso fue también algo curioso. Estaba trabajando en las urgencias de Estepona, hace ya muchos años, cuando una señora falleció en la parada de un autobús de forma inesperada. Llego un señor muy serio que se identificó como el juez de instrucción y me dijo que tenía que decirle de que se había muerto aquella mujer. Yo le dije que no tenía ni idea.
Entonces me dijo que acudiera a su despacho por la mañana, que igual iba a ser forense. Así lo hice, me entrevistó y terminé firmando un contrato. Eran otros tiempos. El forense era muchas veces el médico del pueblo. Fueron años difíciles al principio, pero no me arrepiento en absoluto de aquella decisión.
Hablemos de Valencia y de la fatídica DANA. ¿Cómo terminasteis allí?
Nosotros estamos integrados en el Sistema de Grandes Catástrofes. Hacemos simulacros variados todos los años, como problemas en aeropuertos, simulación de terremotos u otros. Lo de Valencia, desde el principio, iba superando minuto a minuto la gravedad de la situación. Las notificaciones de desaparecidos y los informes de los cuerpos de seguridad no hacían sino presagiar un gran número de fallecidos.
Se nos notificó que estuviéramos preparados porque los forenses de Valencia no iban a poder con todo aquello; la previsión inicial era de estar varios meses haciendo autopsias. Comenzaron llamando a los forenses de los equipos más cercanos, Valencia, Castellón, Alicante y Murcia, y luego a los del resto de regiones.
¿Qué equipo se desplazó desde Málaga?
Los primeros equipos partieron desde Granada y Jaén y luego nosotros junto a los compañeros de Córdoba. En concreto desde Málaga fuimos Eduardo Ramos, Elena García y nosotros dos.
¿Cómo fueron los primeros días? ¿Qué os encontrasteis al llegar?
Tuvimos que acceder por La Mancha porque seguía lloviendo y no todos los accesos estaban disponibles. Afortunadamente la Junta de Andalucía nos proporcionó un coche para nuestro desplazamiento.
Nuestra sensación inicial era de incertidumbre, porque ya habían transcurrido cinco o seis días y las imágenes que nos llegaban seguían siendo terribles. Cuando por fin nos íbamos acercando a las zonas afectadas, la sensación era como si el mundo fuera a acabarse, coches apilados en montañas, barro y desolación por todas partes. El área afectada era inmensa, fue como un tsunami interior.
¿Qué misión desempeñaron allí?
Nos levantábamos a las cinco de la mañana e íbamos andando hasta el Instituto de Medicina Legal. Allí nos recibía el responsable de la organización, que distribuía al personal en tres equipos, el de levantamiento de cadáveres, el de identificación y el de autopsias.
Nosotros fuimos asignados al de levantamientos. Los equipos de Policía y Guardia Civil acompañados de detectores de calor y equipos caninos batían las distintas zonas en busca de cadáveres. Cuando localizaban alguno avisaban a la Ciudad de la Justicia y salían hacia el lugar marcado el forense y el técnico de autopsias. En otras ocasiones el equipo se desplazada con la Guardia Civil desde por la mañana hasta su base de operaciones, acompañándolos también si había sospechas de que pudiera haber algún cuerpo.
Procedíamos al levantamiento y a la recogida de los objetos presentes a su alrededor que pudieran ayudar en la identificación. Posteriormente otro equipo se encargaba de las autopsias.
¿Cómo se realizaba esa identificación?
Principalmente tomando una muestra de ADN del posible familiar, que se mandaba en helicóptero a Madrid y teníamos el resultado en dos días. También se realizaba una entrevista a estos familiares para que describiesen objetos que portase el desaparecido, cicatrices o tatuajes. Hay que tener en cuenta que después de varios días bajo el agua las huellas dactilares no podían tomarse con claridad. También podía recurrirse en caso necesario al historial radiológico u odontológico del fallecido.
¿Con que sensaciones volvieron de esa auténtica e inimaginable catástrofe?
Pues sobre todo con la alegría de ver cómo la gente en estas circunstancias tan terribles es capaz de darlo todo. Con esas riadas de personas que cogían lo que tenían a mano y acudían cada mañana a ayudar, a veces de forma desorganizada pero siempre generosa. Todavía nos emocionamos al recordar esa impresionante solidaridad.
Por nuestra parte, también nos quedamos con las reuniones que los compañeros y nosotros manteníamos cada noche y en la que contábamos las vivencias que habíamos tenido durante el día. Los compañeros forenses de Valencia llegaron a realizar en los tres o cuatro primeros días 180 autopsias, con el desgaste emocional que eso supone. En esas reuniones salían a relucir todo lo bueno y lo malo vivido durante cada jornada. En realidad, todos salimos “un poco tocados” de allí.